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Se dio vuelta la tortilla: el gobierno reprime porque ahora el miedo es suyo

La represión no es una señal de fortaleza, sino un acto desesperado de un gobierno que siente que se le escapa el control.

Columna de opinión: José "Pepe" Armaleo*

El 12 de marzo de 2025 quedará marcado como un punto de inflexión para el gobierno de Javier Milei. Lo que comenzó como una marcha pacífica de jubilados exigiendo el derecho a una vida digna terminó en una brutal represión que dejó un saldo de heridos de gravedad, detenciones masivas y una demostración de que el gobierno ya no actúa desde la seguridad del poder, sino desde el temor a perderlo.


Desde temprano, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, mostró su determinación de reprimir. A las tres y media de la tarde, mucho antes del horario oficial de la convocatoria, ordenó a las fuerzas federales avanzar sobre los manifestantes en la Plaza del Congreso. No importó que fueran jubilados, trabajadores o simplemente ciudadanos ejerciendo su derecho a la protesta: la violencia se desató sin justificación alguna.


El saldo fue escalofriante. Pablo Grillo, fotógrafo de FM La Tribu, recibió el impacto de un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza y lucha por su vida tras una cirugía por fractura de cráneo. Beatriz Blanco, jubilada de 87 años, fue brutalmente golpeada por un policía y quedó tendida en el suelo antes de ser trasladada en ambulancia. La cifra de detenidos ascendió a 150, en una cacería indiscriminada que incluyó al dirigente de ATE Capital, Daniel Catalano.


El operativo represivo no se limitó a la zona del Congreso. A medida que la noticia se propagaba, cacerolazos comenzaron a escucharse en distintos barrios de la Ciudad de Buenos Aires y en varias provincias. La indignación estalló y puso en evidencia que el gobierno, con su respuesta desproporcionada, había cruzado un límite que podría costarle caro.


El miedo cambió de bando

La pregunta es inevitable: ¿por qué un gobierno que hasta hace poco se jactaba de controlar la calle y disciplinar a la oposición ahora decide avanzar con una violencia que sólo refuerza su imagen autoritaria? La respuesta parece estar en el temor. Milei y su gabinete empiezan a comprender que el malestar social ya no es manejable con discursos incendiarios o con promesas de ajuste sin anestesia. La represión desmedida no es una señal de fortaleza, sino un acto desesperado de un gobierno que siente que se le escapa el control.


El relato oficial intentó justificar lo injustificable. Bullrich acusó a los manifestantes de haber sido "preparados para matar", (venían armados hasta los dientes si hasta llevaban muletas entre los brazos) y de buscar "tomar el Congreso". Sin embargo, las imágenes que circularon en redes sociales mostraron otra realidad: gente de a pie, ciudadanos comunes que sólo reclamaban lo que les corresponde. Como si se tratara de una parodia oscura, el vocero presidencial, Manuel Adorni, comparó la protesta con un atentado y el propio Milei publicó una imagen de una pintada con la frase "Hay que matar al Presidente", intentando instalar una narrativa de victimización que ya no convence a nadie.


Habíamos llegado caminando desde Av. Córdoba y Callao hasta Bartolomé Mitre, donde un cordón policial nos impidió avanzar hacia la Plaza del Congreso. Hasta ese momento, nada fuera de lo habitual. Sin embargo, cuando la cantidad de manifestantes comenzó a aumentar, la situación cambió drásticamente. Policías en moto avanzaron de manera agresiva, obligando a la gente a subir a las veredas, sólo para luego disparar contra quienes se refugiaban allí. Nos arreaban como si fuéramos animales, en una escena de violencia injustificada que mostraba claramente la intención de reprimir sin miramientos.


El gobierno se tambalea: ¿Bullrich en la cuerda floja?


Con la represión de ayer, el gobierno libertario dejó en evidencia que su estrategia de gobernar a fuerza de miedo está agotándose. La pregunta ahora es si Milei podrá sostener a Patricia Bullrich en el cargo después de un operativo que podría costarle caro en términos políticos y sociales. ¿Podrá seguir ignorando el creciente descontento popular? ¿O cederá a la presión y buscará un chivo expiatorio para calmar las aguas?

Si el gobierno aún quiere mantener algo de poder, tendrá que reconsiderar seriamente la permanencia de su ministra de Seguridad. La brutalidad con la que intentaron silenciar una protesta legítima sólo confirma lo que ya muchos perciben: el miedo ha cambiado de lado. Ahora, los que temen son ellos.


“La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia y la soberanía no se entrega”.


Por José “Pepe” Armaleo: Militante, Abogado, Magister en Derechos Humanos, integrante del Centro de Estudios de la realidad política y social Argentina, Arturo Sampay de Zona Norte.

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