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Pobreza extrema: ¿quiénes la generan?; ¿los choriplaneros?

Luego de que el INDEC diera a conocer que el 39,2% de la población vive en la pobreza y el 8,1% en la indigencia, se torna inevitable profundizar en las causales. Es evidente que los dos modelos en disputa no tienen la misma solución


Cuando el INDEC anunció que la pobreza alcanzó el 39,2% y la indigencia 8,1%, lo que significa que cerca que 18,1 millones de personas están por debajo de la línea de la pobreza y, dentro de ellos, 3,7 millones son indigentes, fue mostrar el verdadero rostro de un país con dos vías paralelas: el que siempre gana y el que siempre pierde. Dos vías que nunca se juntarán salvo que el Estado ordene y arbitre las presiones y voracidad de sectores que acumulan riqueza y rentabilidad mientras la población, el 40%, mendiga.


Son dos vías, dos países que vienen disputando modelos y poder desde lo largo de la historia. Lo que no deja de preocupar es que, estando el peronismo en el gobierno (Frente de Todos), la pobreza sea el caldo donde la derecha se regodea para avanzar y desterrar toda posibilidad en revertir estas injusticias que no nacen de un repollo. A los pueblos, a la gente se la empobrece.


Argentina es un país que acumula fuertes riquezas en manos de unos pocos. Tanta riqueza que un puñado de argentinos tiene más de 250 mil millones de dólares depositados ilegalmente en guaridas fiscales, por lo tanto, no pagan ni tributan: deja a millones sin escuelas, sin educación, sin rutas y salarios dignos. Una maniobra, la fuga de dinero o eludir impuestos -sea vía exportaciones de sojeros o triquiñuelas de comercio exterior- que lógicamente cuenta con la ayuda de bancos y la ineficiencia de un Estado que, desde el golpe del 76 a la fecha, por ejemplo, no se animó a cambiar la Ley de Entidades Financieras. O controlar, seriamente, el comercio exterior. Cómo puede ser que, en el caso de las exportaciones, por ejemplo de minerales, sean los mismos empresarios que digan -declaración jurada de buena fe - cuánto exportan. El lobo cuida al gallinero, ¿se entiende?


Empresarios y bancos siguen acumulando ganancias superlativas, extraordinarias, a base de eludir, fugar y pagar malos salarios. Bancos que arruinaron la vida de millones de argentinos y que cuando estaban por caer, fundir, tuvo que ser el Estado quien les tendió una mano. Fue el gobierno de Néstor Kirchner quien le entregó más de 20 mil millones de dólares para que no cierren sus persianas. Una vez más, fue el Estado quien les sacó las papas del horno. La historia también recuerda que las viejas oligarquías agropecuarias, ahora grandes empresarios enrolados en grupos de siembras, ante la menor pérdida recurren al Estado para que los ayude. Si hay inundaciones o sequías piden una mano al Estado. Cuando acumulan vuelven a sus orígenes mezquinos. Son los que cortan rutas, calles, y matan, y argumentan para justificar el saqueo que le hacen al Estado, que la causa de todos los males del país la tienen los que resiben planes sociales. Gente empobrecida, justamente por acciones de un capitalismo salvaje


Así y todo, la derecha insiste que el peronismo, el kirchnerismo, o populismo, como prefieren describirlo a modo de descalificar un modelo político, es la causante de todos los males del país. La historia los contradice.

Bastaría leer los dos libros de Luis Majul, "Los dueños de la Argentina”, para corroborar y observar cómo un puñado de empresarios nacionales acumularon riqueza sobre la base de usufructuar del Estado, eludiendo y coimeando.

La deuda externa y pobreza extrema, trazando una línea de tiempo, cobran fuerza con el golpe cívico-militar del 76. Fue el primer intento para imponer el denominado modelo neoliberal. Luego lo replicaron y perfeccionaron Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Mauricio Macri que tomó, este último, un nivel de endeudamiento “ruinoso” y recreó la timba financiera como nunca antes se había vivido en el país.


Mucho de este 40% de pobreza hay que buscarlo en el modelo impuesto por la derecha. Un modelo que implica, a nivel mundial, una pésima distribución de la riqueza. Los conflictos sociales en Francia, Alemania, Reino Unido, por caso, revelan que tampoco el primer mundo está exento de las presiones de grupos económicos que todo lo quieren a cambio de no entregar nada. De ahí la importancia de un Estado activo y solidario como lo estuvo claramente expuesto durante la pandemia. El libre mercado hubiese dejado cientos de millones de muertos más.


Queda claro que el modelo que representa el gobierno del Frente de Todos, aún con todas las limitaciones y contradicciones con las que carga, tiene muchos logros para exhibir. Sin embargo, tirarle toda la responsabilidad al gobierno es aplicar un reduccionismo extremo.


Es cierto que no se le puede pedir al mundo empresarial enrolado en el grupo de formadores de precios o agroexportadores, solidaridad. De ahí la importancia de lo que tanto machacaba Perón, fortalecer la Comunidad Organizada. Entre otras cuestiones, que gremios, organizaciones barriales, estructuras profesionales, sectores de la producción nacional, estudiantes, dirigentes de todo tipo, ganen las calles, recreen la cultura del debate político, den los debates que sean necesarios dejando las nimiedades y discusiones de bar, y egos, de lado.


La batalla es cultural, no electoral. Decía Perón: vamos a ganar las elecciones porque nos asiste la razón, caso contrario, mejor perderlas.

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