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Milei ¿con nada? desmovilizó a movimientos sociales

Llamativo silencio de dirigentes. ¿Disciplinados u organizándose?


Por: Miguel "Tano" Armaleo.- Allá por los años 70, los cantantes Pedro y Pablo, en medio de un país que se forjaba en marcos solidarios mientras las botas presionaban y prohibían expresiones populares con sentido nacional y sentimiento de patria, y en particular hostigaban al peronismo, componían la famosa “Marcha de la Bronca”. Un verdadero himno que sintetizaba -aún tiene fuerte vigencia-, en gran medida, la expresión de un amplio sector de la población, en particular los jóvenes. No sólo era un canto de resistencia y fastidio al sistema de sometimiento y dominación que impartía la dictadura cívico-militar encabezada  por el general Agustín Lanusse. “Marcha de la Bronca” también fue una invitación a romper cadenas y abrir puertas donde las mayorías pudiesen forjar un destino común. “La Política” era el gran ordenador por aquel entonces.


La historia demostró y demuestra que cuando estas luchas se hacen en conjunto, priorizando el bien común, poniendo el acento en los intereses locales, jerarquizando la producción y desarrollo nacional con el objeto de que la felicidad abrace a las grandes mayorías, los resultados, más temprano que tarde, son alentadores.


Si “la bronca convoca y el diálogo ordena”, como sostienen desde el Centro de Estudios Arturo Sampay de Zona Norte, es dentro de esta saga -siempre alejada del odio del cual tanto gusta comulgar las derechas internacionales- donde los movimientos sociales fueron irrumpiendo en el escenario de la política nacional. Lo hicieron, en gran medida, ante la ineficiencia del Estado y frente a una dirigencia que no leyó correctamente lo que sucedía cuando la crisis destruye esperanza  y procura destruir la autoestima social.


En tren de poner una línea de tiempo, se podrá coincidir que allá por el 2000, cuando el neoliberalismo nuevamente intentaba concretar su proyecto político de la mano de Fernando de la Rúa -antes aterrizó con Menem; en dictadura con Videla y Martínez de Hoz-, y la crisis era moneda corriente en sectores medios, y en barriadas empobrecidas por el sistema mientras la producción nacional se desgranaba, surgen los movimientos sociales como expresión política.


Movimientos sociales que lograron su cometido: contener y ordenar la bronca para encausarla en organización, en diálogo. En un plan de lucha para superar la crisis imperante.


No es el caso realizar una suerte de revisionismo histórico de la aparición de los movimientos sociales y su aporte a la hora de contener y ordenar la bronca. Para el análisis sociológico y político están los especialistas.


Sin embargo, para quien esto escribe, la historia demuestra que no todos estos movimientos sociales son iguales en cuanto a construcción política se refiere. En algunos movimientos, la tan mentada movilización social ascendente, es decir, que los humildes ocupen lugares centrales en las discusiones y definiciones políticas, no es práctica habitual.


A excepción de Juan Grabois, fundador de Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular, el resto de los movimientos sociales, quienes ocupan y conducen los espacios no son precisamente los empobrecidos por el sistema. A la hora de impulsar, proyectar a los humildes, a los trabajadores a lugares claves, reitero, a excepción del espacio de Grabois, el resto se reparte los cargos entre los “intelectuales”. Esto no los hace ni mejores ni peores. En definitiva, serán las bases quienes marquen, en la medida que puedan y quieran, los límites a esa dirigencia aburguesada que no deja espacio para que la dirigencia de barrios empobrecidos ocupe, por ejemplo, bancas. Qué mejor que ellos para definir la letra chica para desterrar la pobreza o bien plantear una justa distribución de la riqueza.


Si hasta hace pocos meses estos movimientos, algunos de ellos enarbolando las banderas de Trotsky, de Evita, por caso, cortaban rutas, enfrentaban al poder central abiertamente, en la era del intolerante, autoritario y violento Milei y sus socios del PRO, la UCR y algunos legisladores peronistas están en franca retirada en las calles.


El gobierno nacional, a base de prohibiciones, represiones, detenciones y la no entrega de alimentos, pareciera haber sacado no solamente a estos movimientos de la calle. El silencio de muchos de sus dirigentes, mientras el plan de “destrucción planificada” implementado por el gobierno avanza y logra los resultados esperados, es notorio. No pocos se preguntan, por ejemplo, dónde está la voz de Eduardo Belliboni sobre quien, vale recordar, el gobierno le armó una causa judicial. Tampoco se escuchan voces de veteranos dirigentes de largas luchas y de comprobado compromiso social como son la de Emilio Pérsico y de Fernando “Chino” Navarro.


Tanto silencio mientras el país padece nuevamente los estragos de viejas y fracasadas fórmulas -neoliberalismo con aditamentos de anarcocapitalismo-, no deja de llamar la atención.


Se podría inferir que Milei, con nada, desmovilizó a los movimientos sociales. ¿Fueron disciplinados por el gobierno a partir de la represión, de las amenazas de armarles causas, de inventarles actos de corrupción? Difícil saberlo.


Cierto es que la población a nivel mundial, producto, entre otras cuestiones, de las benditas redes sociales y el telefonito, ingresó a un mundo donde la libertad es una fantasía digitalizada. En esta falsa libertad y democratización que ofrecen las redes sociales no sólo se potenció la individualidad como gran bandera. También se desprestigió la política. Se creó una suerte de nueva clase social: la digitalizada. La que se considera empoderada y dueña de un destino de gloria individual. No por casualidad, las grandes corporaciones son las que ordenan  y colocan presidentes.


Un panorama realmente complicado que encuentra a los Movimientos Sociales sin haber logrado romper cadenas y, sobre todo, quebrar el drama nacional que constituye la pobreza estructural que acompaña al país a partir del 24 de marzo de 1976.


Si la intolerancia, la falta de empatía con el que más sufre, la violencia institucional, el todo vale, rigen a esta nueva clase social, la digitalizada, y se naturalizan todos estos actos, tal vez habrá que volver a las fuentes más profundas del humanismo. Abrazar, contener y ordenar la bronca a fin de buscar caminos que generen un horizonte esperanzador comprendiendo que dentro de una comunidad organizada nadie se salva solo.

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