La universidad pública iguala y eso molesta al falso profeta y al poder real
Milei y Macri comparten la política de "destrucción del estado", educación incluida. La población, advertida del engaño y que las promesas electorales quedaron en el cajón, comienza a manifestar la bronca.
Por: Fernando Gañete Blasco.- Macri y Milei son lo mismo. "¡Qué país de mierda!" sostenían ambos, porque lo buscaban destruir y, para ello, necesitaban de una complicidad masiva que lograron con los constantes mensajes de los periodistas amigos. Entonces si la sociedad asumía la falacia que la Argentina era una mierda, se confundiría con la destrucción que ellos llevarían a cabo. También necesitaban que los ciudadanos pensaran que la política es una mierda y que los dirigentes son una mierda, ya sean éstos políticos, gremiales o de movimientos sociales (nunca los del empresariado). De esa manera se confundirían a los buenos con los malos y los peores pasarían desapercibidos.
Así fue como un día los votantes eligieron para presidir al país a un "empresario exitoso" que, supuestamente ingresaba por una puerta distinta a la política. “No va a robar porque tiene plata, no tiene necesidad”, sostenían ingenuos ciudadanos como si dicho delito fuese excluyente de los pobres.
Cuando el desencanto con Mauricio Macri fue tan grande -luego de cuatro años de dejar su mandato y un endeudamiento al país impagable- eligieron a un outsider de la política que hacía gala de su espíritu destructivo. El peligro para el país, que lamentablemente se comprobó al asumir, era que fuera cierto lo que pregonaba. Pero, tanto Macri como Milei son iguales en sus ideas, la diferencia es que el primero no se animó a tanto. Pero ambos tienen las mismas políticas económicas avaladas por el mismo establishment que decide el destino de un país para unos pocos. Ese poder económico que sabe muy bien cómo ocultar la mano tras lanzar esas piedras destructivas para la población de clase media y baja quedándose con los beneficios materiales, mediante un reparto injusto de la riqueza, sin importarle el rumbo del país ni el de sus habitantes. Lo demostraron en la dictadura cívico-militar y cada vez que consiguen empleados que se pongan la banda presidencial y que gestionen los distintos ministerios. Habitualmente con políticas económicas neoliberales y “mano dura” en seguridad. Tan iguales son Macri y Milei que coincidieron en poner a los mismos Caputo, Sturzenegger y Bullrich para llevar a cabo sus políticas. Por eso Macri y Bullrich ponen a todos los diputados y senadores del Pro a disposición de estas políticas que llevan adelante los hermanos Milei. Y, si pueden, hacer negocios propios.
Con relación al Estado, suelen tener el mismo discurso que también lo pronunciaba Martínez de Hoz: “Achicar el Estado es agrandar la Nación”. Otra falacia que es comprobable con sólo ver las grandes naciones que no tienen Estados pequeños, sino todo lo contrario. El mayor problema es que para que la sociedad se percate de todas las mentiras que dicen tendrían que querer enterarse y, para ello, no hay voluntad. Quizá muchos revisan los celulares de sus familiares o parejas porque no quieren ser engañados, pero no ponen el mismo empeño para no dejarse burlar por quienes los gobiernan.
Ese afán por achicar el Estado conlleva el vender las joyas del país: empresas de servicios, de ciencias, de transportes, represas y todo lo que generan divisas administradas por el conjunto de los argentinos para que esas ganancias pasen a manos de unos pocos empresarios, los que reparten monedas a quienes los ayudaron a saquear el país, ya sea redactando decretos o levantando la mano para que esos decretos se hagan realidad.
Ahora con el tema de las universidades públicas es más complejo. Es que no sólo buscan que las universidades privadas se posicionen mejor para cobrar más, destruyendo la pública y gratuita, sino que lo que no quieren es que en una casa de estudios de prestigio coincidan pobres y ricos. Hoy la universidad iguala, incluye y en una misma aula coinciden personas de distinto poder adquisitivo, existe diversidad social, política, cultural, étnica. La universidad iguala y eso les molesta. Décadas atrás ocurría lo mismo con las escuelas de nivel primario y secundario que eran públicas, gratuitas y de calidad, donde concurría un alto porcentaje de los niños y adolescentes. A los institutos privados iban los hijos de los diplomáticos extranjeros o de altísimo nivel económico (y había pocos colegios de estas características), o los que eran repetidores de las escuelas públicas. A partir del neoliberalismo de la presidencia de Menem destruyeron los ingresos de los docentes y desfinanciaron la educación primaria y secundaria. Las escuelas quedaron con muy mala infraestructura, se construyeron muy pocas nuevas y se dejaron caer las existentes. De esa manera comenzaron a ganar terreno los colegios privados, no porque fueran mejores que los públicos, sino que a éstos los pauperizaron de manera tal que los padres tenían pocas opciones para la educación de sus hijos. Así también lograron segmentar a la educación por clases sociales. Hoy buscan repetir esa operatoria con las universidades.
Con la salud aplican la misma lógica ya que décadas atrás casi no existían las empresas de medicina privada, ante la quita de apoyo a hospitales y a todo lo vinculado a la salud pública aparecieron las empresas que lucran con la salud de la población.
Si ni el fútbol quieren dejarlo ajeno a los negocios privados. La destrucción llega a buscar meterse con lo que funciona bien en nuestro país donde somos campeones mundiales, tenemos científicos reconocidos en todo el planeta y universidades entre las mejores de la región y el mundo.
En síntesis, los pocos que se enriquecen cuando se achica el Estado, en desmedro del 90% de la población restante, son los que nunca aparecen como responsables de las políticas neoliberales que le quitan derechos a los más vulnerables y que buscan engañar a la clase media haciéndole creer que son distintos (y mejores) que los de clase baja mientras los tratan de llevar hacia la pobreza. Hoy pareciera que los argentinos empiezan a darse cuenta de parte de ese engaño. Los jubilados porque lo sienten en carne propia, los trabajadores porque ven debilitarse cada vez más sus magros ingresos ante el atropello de las tarifas de las empresas de servicios y los estudiantes que entienden que les quieren robar los derechos esenciales. Y estos últimos tienen la fuerza necesaria para traccionar los reclamos de toda una sociedad que a veces abdica de hacerlo por el exceso de problemas que le genera un gobierno que la quiere vulnerable y así manipularla más fácil.
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