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El yugo de la Deuda Externa: la verdadera estafa nacional

Como marca la historia de los últimos 70 años, golpistas y gobiernos de derecha fueron los que más endeudaron al país, mientras el progresismo se debió hacer cargo del pesado yugo. Una deuda cercana a los 350.000 millones de dólares que podría condenar, una vez más, a nuevas generaciones a los mismos padecimientos que las actuales. La importancia de un buen acuerdo

Por: Tano Armaleo.-“Estamos cumpliendo con nuestra palabra de poner al país de pie y de que la deuda no nos iba a impedir lograr un proceso de desarrollo para la producción y el trabajo”, señaló el presidente Fernández en referencia al reciente acuerdo sellado con acreedores internacionales. Una acuerdo basado en una deuda cercana a los 70 mil millones de dólares. Más de 60% de dicho monto fue tomado por el gobierno de Cambiemos; esto sin contar los dólares tomados con el FMI, 47.000 millones.

Para apreciar la dimensión de lo que se habla en términos de deuda externa y el daño que genera, y generará sobre varias generaciones, bien vale tener en cuenta un par de datos.

La deuda pública de la Argentina creció entre diciembre de 2015 y el mismo mes de 2019 de USD 240.665 millones hasta, según las cifras oficiales, lo que significó un incremento de 40,13% en apenas cuatro años. Sí, 337.267 millones es lo que debemos los que habitamos la bendita Argentina. Las estadísticas oficiales del INDEC y de organismos internacionales dan cuenta de que los gobiernos que más deudas adquirieron durante los últimos 70 años fueron los militares y Cambiemos; acumulan más del 65% de deuda. Muy distante se ubica el radicalismo, y detrás el Partido Justicialista.

Si de por sí semejante deuda, USD 337.267 millones, resulta escandaloso, no menos es saber que en el 2016, un puñado de Argentinos blanquearon 110.000 millones de dólares que tenían ocultos y sin pagar impuestos en guaridas fiscales. Y la Reserva Federal de los EE.UU evalúa –ellos tienen control de lo que emiten y en qué manos caen- que hay cerca de 240.000 de la misma moneda que tienen empresarios Argentinos depositados en las mismas guaridas. Semejante festival de dinero pone al país en situación de emergencia. Pero sobre todo, lo condena a ser pobre estructural. Vienen condenando, generación tras generación, a millones de personas a vivir confinadas en la pobreza. Y nunca salir. Salvo honrosas excepciones cuando gobiernos populares intentaron repartir un poco más equitativamente, nada más que un poco, las porciones de la torta. Demás está decir los miles de kilómetros, los cientos de hospitales, miles de viviendas, cientos de escuelas, salarios dignos y cuantos etcéteras más que se podrían haber concretado si esa millonada de dólares fugados tributara como el resto de los mortales. Endeudarse no es un hecho casual. Es una decisión política. Es un recurso que en el mundo suelen utilizar los gobiernos de derecha, para que finalmente paguen los gobiernos progresistas con ajustes que recaen en la población. Nunca en los fugadores o evasores. Es la historia que se viene escribiendo desde el Consenso de Washington a la fecha.

Si de algo sirve la pandemia, es la gran oportunidad que brinda para revertir el mencionado ciclo. Sacarse la deuda de encima es más una decisión política que económica. Sin que esto implique pecar de ingenuos.

No por casualidad el primer mandatario afirmó que “veníamos de dos años de caída de la economía, 25 mil empresas cerradas, de un desempleo creciente, de una pobreza que rozaba el 40 por ciento”. Y aclaró que el acuerdo alcanzado con los acreedores significará 37.700 millones de dólares menos que la Argentina deberá pagar en los próximos diez años, lo que implica “la recuperación de la autonomía de decisión para definir qué país queremos”. El paso que dio Fernández era necesario e imperioso. Entre la crisis y default producidos por Cambiemos sumado a la pandemia, no haber cerrado un acuerdo con acreedores habría sido gravoso y ruinoso para el sector productivo que requiere de créditos internacionales. Ni hablar las implicancias negativas que infringiría a millones de personas. Se puede “vivir con lo nuestro” como sugería inteligentemente Aldo Ferrer. Sí, en la medida que se pueda rascar la olla. Tarea compleja con sólo pensar la resistencia de Juntos por el Cambio a la hora de acompañar el proyecto del “impuesto a las grandes fortunas”.

Para el país, en términos de balanza de pagos, cuesta no pensar que sacarse el yugo de la “pesada herencia” -USD 337.267 millones- es una tarea prácticamente imposible.

Siempre en relación al peso de la deuda, cabe recordar que mientras el pasivo nacional representaba 52,6% de lo que el país producía en el momento en que Macri asumió el Poder Ejecutivo nacional, cuatro años después, cuando dejó el cargo con su mandato cumplido, casi se había duplicado esa participación, al llevarla a una proporción del 91% del PBI.

En el 2019 el intercambio comercial, importaciones-exportaciones, fue de 114.240 millones de dólares. Año en que, producto del cepo cambiario impuesto por Cambiemos debido a las medidas económicas instrumentadas, las importaciones cayeron más del 25%. En aquel período se exportó por un monto de $65.115 millones. Como saldo exportable quedaron para el país 15.990 de dólares, logro surgido por la caída estrepitosa de las importaciones y del sistema productivo nacional.

Una simple cuenta, primaria, elemental, dice: la deuda es de USD 337.267 millones, el país, en el mejor de los casos, podría tener saldos exportables cercanos a los 20.000 millones de dólares. Esto imaginado en un escenario promisorio, alentador, cosa que la pandemia no augura para el curso del año. Por lo tanto, si el país no volviera a tomar deuda y pagar altos intereses para saldar deuda, como hicieron especialmente y con toda la intencionalidad militares y gobiernos de derecha, recién en 30 años Argentina podría minimizar o bajar el nivel de endeudamiento a cifras razonables medidas en términos de PBI. Hoy está por arriba del 90%, con un aparato productivo diezmado por Cambiemos y al límite del nocaut por el COVID.

Hoy, el gobierno del Frente de Todos sella un acuerdo posible, tal vez no el deseado o necesario para la población. A pasos le aguarda acordar con el FMI, esos 47.000 millones de dólares tomados por Mauricio Macri que terminaron fugados y en manos de amigos del poder, tal cual se supo por boca del organismo internacional. El FMI ahora se muestra con cara de buen amigo, cuando siempre fue un chacal que viene por todo. Por las jubilaciones, por más ajuste, por menos inversiones estatales en áreas sociales y mayor apertura económica. Lo de siempre: condenar al país a ser exportador de materias primas. Será una verdadera pulseada que deberá dar el gobierno nacional si de verdad quiere sacar ventaja de una pandemia que puso al descubierto que sin Estado activo y solidario, no habrá equidad y justicia social.

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